jueves, 22 de noviembre de 2012

ISABEL LA CATÓLICA.

Hola amigos/as, en esta entrada hablare de una de las Reinas de nuestra España , Isabel la Católica, una Reina que tuvo muchísima importancia en una época de batallas y conquistas.
  Mediana de estatura y bien compuesta en su persona y en la proporción de sus miembros, fué blanca y rubia; los ojos, entre verdes y azules, de mirar gracioso y honesto, y la cara, más que hermosa, alegre. Mesurada en la continencia y movimientos, buena mujer a la que placía tener cerca ancianas de alto linaje. Criaba en su palacio doncellas nobles, hijas de los grandes de sus reinos, lo que no hicieron otras Reinas. Hacía poner gran diligencia en su guarda y dotábalas magníficamente, casándolas bien. Guardaba tanto la continencia del rostro, que aun en los tiempos de sus partos encubría sus sentimientos, forzándose en no mostrar el dolor que en esa hora sienten las mujeres. Amaba mucho al Rey su marido y lo celaba con exceso. Aguda y discreta, era su ingenio tan claro, que en los arduos negocios de la gobernación y para mejor comprenderlos aprendió las letras latinas, alcanzando su dominio en un año, en el que entendía la palabra y la escritura. Católica y devota, hizo limosnas secretas honrando las casas de oración que visitaba con asiduidad, sobre todo aquellas que conocía guardaban vida honesta. Aborrecía a los sortilegios y a los adivinos y todo linaje de semejantes artes e invenciones, placiéndole la conversación de personas religiosas y de vida honrada, a las que con frecuencia pidió consejo, y como lo oía no sólo por oírle, muchas veces siguió la resolución que le dictaban. Inclinada a hacer rígida justicia, se le imputó alguna vez seguir más la vía del rigor que la de la piedad, y esto lo hizo en remedio a la gran corrupción que halló en el reino. Quería que sus cartas y mandatos fuesen cumplidos con diligencia. En el proveer de las iglesias que vacaron puso gran respeto, suplicando siempre al Papa por los hombres generosos y de vida honesta. Honraba a los Prelados y a los grandes en la conversación y en la jerarquía, guardando a cada uno su preeminencia, según la calidad de su persona y dignidad. Era mujer de gran corazón, que encubría la ira y la disimulaba, y por conocerla, los grandes del reino temían caer en su disgusto. Fiel a su palabra, la mantenía lo mismo en los movimientos de las guerras que en otros hechos o mudanzas que sólo algunas veces la hicieron variar, retrayéndose con gran dificultad del concepto que había formado de las cosas. Se le imputó que no era generosa, porque no dió vasallos de su patrimonio a los que la sirvieron, y es que guardaba los bienes de la corona real para contener a la nobleza y encontró demasiados en manos de los ricoshombres, pero tan estrechamente como concebía la conservación de la tierra, tan franca y liberal, en la distribución de otros bienes o mercedes. Decía ella que a los Reyes les conviene conservar la tierra, porque enajenándola pierden la renta de la que han de hacer merced a sus súbditos y disminuyen su poder para ser temidos. Ceremoniosa en sus vestidos y galas, quiso servirse de hombres grandes y nobles, y así ningún Rey tuvo los oficiales que ella, y si se la imputó el vivió de tener una pompa excesiva, puede contestarse que todas son escasas para el prestigio del estado real, y que así como el Rey es superior en los reinos, así debe resplandecer sobre los otros estados, pues su autoridad tiene carácter divino en la tierra. Por su solicitud se comenzó la guerra contra los moros, y por su diligencia se continuó hasta ganar todo el reino de Granada. Y dice el testigo como verdad ante Dios, que conoció algunos grandes señores y capitanes a los que el cansancio hizo perder toda su esperanza de lograr el triunfo por considerar la dificultad demasiado grande, y que por la constancia de la Reina se continuaron sin que la fatiga pesara en espíritu, hasta dar fin a la conquista que movió su voluntad ante divinas presiones.

  De esta época y terminado con Isabel,  destaca la mesura en los gastos de Fernando e Isabel y la largueza de su cuñado y hermano Enrique IV, al que algunas historias llamaron el de las dádivas y quiero dedicar también algo de historia.
 ""Dad-dijo a su tesorero- a los unos por que me sirvan, a los otros por que no roben; a bien que para eso soy Rey y por la gracia de Dios tesoros y rentas tengo para todo."" Y mientras las tuvo las prodigó, y cuando las arcas quedaron enjuntas, comenzó a regalar lugares, fortalezas y juros. Cuando todo estaba dado, autorizó a los particulares para acuñar moneda, llegando con ello a crear hasta ciento cincuenta casas de moneda e introduciendo en Castilla un desorden que convirtió el reino en algarabía. Un anónimo del tiempo dice:
 " Teniendo ya todo el reino enajenado y no habiendo en él renta, ni lugar, ni fortaleza que en su mano estuviese, y no encontrando juros ni otras rentas para hacer mercedes, comenzó a dar cartas firmadas de casa de moneda, y como el reino tenía la costumbre de no conocer más que cinco de estas casas reales donde la moneda se labrara, a las ciento cincuenta autorizadas por su mandato se añadieron otras que, públicamente y sin ningún temor, labraban falsamente cuanto querían; y esto no solamente en las fortalezas roqueras, sino en las ciudades y las villas, tantas como pudieran hacer los plateros y otros de oficio semejante, que según su necesidad las iban haciendo a ley más baja. Vino con esto el reino a gran confusión, y el marco de plata, que valía mil quinientos maravedís, llegó a valer doce mil, no quedando en el reino caldera ni cántaro que quisiesen vender por más de seis veces lo que valía."
   No era más grato el aire de las costumbres. Si el Rey desde su juventud había desviado su naturaleza y repudiado a Blanca, la dulce princesa de Navarra, en su segundo enlace con la dama más hermosa y joven de su tiempo fue no menos disoluto. Contrasta la silueta de Enrique con la austera presencia de los Católicos Reyes, que fueron, por fortuna, sus sucesores.
  Castilla llegó a ser árbol viejo que ya no da fruto, y, según afortunada figura de un historiador, conservó sólo la corteza engalanada con la última hoja. La pobreza del pueblo contrastaba con el lujo de los grandes, y la abundancia de otro tiempo, con la miseria actual. En un banquete, los nobles quemaban fortunas. Cuando don Alvaro de luna recibió al Rey en su castillo de Escalona, tan claramente reflejado en las aguas del Alberche, lo hizo como un soberano de oriente: al entrar en el palacio halláronle guarnecido de paños franceses y de otros paños de seda y de oro y todas las cámaras y salas perfumadas; las mesas, en orden, con el servicio que a ellas convenía, y entre ellas una más alta, cuyas espaldas estaban cubiertas de brocados de oro hechos de muy nueva manera.
  Al final de una cena, un Obispo ofreció a las damas de la Corte de Enrique bandejas llenas de sortijas para que eligieran a su placer. El lujo conmovió a los hombres, afeminándoles, y ellos quisieron igualar a las mujeres en el estudio del vestir y el empleo de perfumes, afeites y cosméticos. Así, un poeta pudo escribir cuál solicitud, cuál estudio ni trabajo de mujer podía igualarse al deseo de los hombres por parecer hermosos.
 No sólo el festín, sino las otras demostraciones del lujo, como los espectáculos y juegos, parecieron ser el único recreo de Castilla. Los favoritos no aguzaban sus armas, sino que querían ganar la privanza del Rey por su destreza en la música, el canto, la danza y las justas.
  El espíritu inquieto de los tiempos ganó al clero, mezclándose los Prelados en todas las contiendas de carácter político, a veces los primeros en fomentarlas, y en el caudillaje de huestes, y si las justas y las trovas tuvieron su mayor auge en esta época, ellas fueron como uno de aquellos cortinajes de brocado que con su púrpura ocultaran la lepra de los muros carcomidos. Castilla moralmente agonizaba, muriéndose de hambre.



 SALUDOS.
 Rafael Domínguez Cedeño.

3 comentarios:

  1. Muy actual el tema de los Reyes Católicos, gracias sobre todo a la serie de TVE Isabel, que si bien es una historia novelada por lo menos nos hace sentir curiosidasd y acudir a los libros o internet para conocer como fué la cosa en realidad.
    un saludo

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  2. ¡Qué barbaridad amigo Rafael!:
    Isabel se calcula que gastó 1.200.000.000 de los actuales euros en la conquista de Granada.
    Secuestró a los dos hijos de Moraya y Boabdil para lograr la rendición.
    No respetó los acuerdos con Boabdil: las famosas Capitulaciones de Granada.
    Creó la Inquisición en Castilla y expulsó a 800.000 familias (judios y mozarabes pero castellanos) quedándose y repartiendo sus propiedades y predios, creando ya entonces los grandes latifundios actuales.
    Luchó contra Juana I de Castilla tildándola de hija ilegítima, hasta quitarle la corona, después de haberle jurado lealtad y acatamiento, con estas palabras:"…yo soy cierta que la dicha Princesa doña Juana es hija legítima y natural del dicho señor rey y mía y por tal la reputo y trato y tuve siempre y la tengo y reputo ahora…".
    Logró montar la Farsa de Ávila.
    Provocó una guerra civil en Castilla.
    Falsificó la documentación necesaria para casarse con Fernando.
    Mintió respecto a la ayuda a Cristobal Colón para zarpar hacia las Américas. (El presupuesto de 2.000.000 de maravedíes NO fue sufragado por «las joyas de Isabel la Católica»; la mitad de dicho dinero lo prestó Luis de Santángel con fondos de la Santa Hermandad, la cuarta parte la aportó el mismo Colón -que los pidió prestados-, y la cantidad restante probablemente la derramaron banqueros y mercaderes andaluces.)
    Fue cruel, prepotente y caprichosa hasta el punto de "cargarse" obras hidráulicas históricas, porque le molestaba el ruido: La famosa noria del Molino de La Albaida en Córdoba…,
    En fin prefiero no seguir.

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